▼Ninjas de la vida, definimos nuestra realidad con lo que creemos (nuestras creencias), pero ¿alguna vez os habéis planteado que no todas las creencias que elegimos tienen que ser verdad?
En muchos casos, las creencias que más nos ayudan a avanzar no son las que necesariamente se ajustan a los hechos, sino las que nos resultan útiles.
Es una idea simple, pero poderosa.
Voy a poneros un ejemplo sencillo para ilustrar esta idea.
Imaginad que tenéis la tendencia a pensar que los hombres y las mujeres son muy diferentes, algo que probablemente todos habéis escuchado alguna vez.
Sin embargo, decides optar por una creencia distinta: que hombres y mujeres son iguales.
No es que realmente creas que son idénticos en todos los aspectos, porque no lo son, pero eliges esa creencia porque te ayuda a neutralizar una tendencia natural a exagerar las diferencias.
En otras palabras, no está eligiendo esta creencia porque sea completamente cierta, sino porque equilibra y ayuda a reducir prejuicios que podrían interferir en nuestra toma de decisiones y acciones.
Esta idea de utilizar creencias como herramientas para combatir sesgos se estudia mucho en la psicología cognitiva, donde se explora cómo las personas pueden cambiar sus hábitos de pensamiento para mejorar su bienestar y eficacia en la toma de decisiones.1Tversky, A. & Kahneman, D., 1974. Judgment under Uncertainty: Heuristics and Biases. Science, 185(4157), pp. 1124-1131
Es como el amigo que siempre llega tarde a todas partes.
Todos conocemos a alguien así.
Este tipo de personas tienen que adoptar medidas drásticas para contrarrestar su tendencia a la impuntualidad, y entonces empiezan a salir de casa mucho antes de lo necesario.
A simple vista, puede parecer excesivo, pero en la práctica este extremismo le ayuda a llegar a tiempo.
No se trata de lo que es «verdadero» en términos absolutos (como que no siempre hace falta salir tan pronto), sino de lo que funciona para ellos.
Este concepto tiene mucha relación con lo que se conoce como «psicología pragmática», una corriente que defiende la idea de que lo más importante no es si una creencia es verdadera, sino si es útil.
William James, uno de los fundadores del pragmatismo, argumentaba que una idea debe ser juzgada por sus efectos prácticos más que por su correspondencia con una verdad objetiva.2James, W., 1907. Pragmatism: A New Name for Some Old Ways of Thinking. New York: Longman Green and Co
Aquí entramos en un concepto que me parece fascinante y que aplico constantemente:
Lo que es literalmente falso, pero funcionalmente verdadero.▲▼
Literalmente falso, pero funcionalmente verdadero
Esta frase se entenderá mejor con algunos ejemplos que generación tras generación hemos ido inculcando a los niños.
Los peques han ido creciendo con creencias literalmente falsas, pero funcionalmente verdaderas.
- Un puercoespín puede lanzar sus púas. Literalmente falso. Un puercoespín no puede lanzar sus púas como si fueran dardos. No es algo que esté físicamente en su capacidad. Pero, creer que pueden hacerlo es útil. Te mantiene alejados del animal, lo que reduce el riesgo de que te acerques demasiado y acabes herido. Funcionalmente, es una creencia que te protege, aunque no sea verdad en sentido literal.
- Caminar debajo de una escalera trae mala suerte. ¿Quién no ha escuchado esto alguna vez? Todos sabemos que no existe ninguna evidencia que demuestre que pasar por debajo de una escalera afecte a la suerte. Pero si evitas hacerlo, también evitas el riesgo de que caiga algo desde arriba, como una herramienta, una lata de pintura o un trabajador. Aquí vemos cómo una superstición aparentemente absurda tiene una funcionalidad práctica, un fenómeno muy común en las creencias populares que a menudo esconden alguna verdad pragmática oculta.3Vyse, S.A., 2014. Believing in Magic: The Psychology of Superstition. New York: Oxford University Press
- Los cerdos son animales sucios y no deberíamos comerlos. Moralmente, no hay una diferencia fundamental entre comer cerdo o cualquier otro tipo de carne. Pero si evitas la carne de cerdo, en muchas culturas y contextos históricos, te estás protegiendo de ciertos patógenos que eran más comunes en la carne de cerdo, especialmente en épocas y lugares donde las condiciones sanitarias eran deficientes. Esta creencia, aunque moralmente debatible, tenía un propósito funcional. Los antropólogos culturales como Marvin Harris argumentan que muchas prohibiciones alimentarias tienen raíces en el entorno y en las condiciones higiénicas de la época en que se originaron.4Harris, M., 1974. Cows, Pigs, Wars, and Witches: The Riddles of Culture. New York: Random House
Son solo algunos ejemplos de creencias que, aunque no sean literalmente ciertas, tienen un valor práctico innegable.
Nos protegen, nos guían y nos ayudan a tomar decisiones más seguras o inteligentes, ahora bien…▲▼
Lo contrario: literalmente verdadero, pero funcionalmente falso
También podemos encontrarnos con situaciones inversas, en las que algo es literalmente verdadero, pero funcionalmente falso.
Un ejemplo que me gusta usar aquí es la creencia de que el libre albedrío no existe.
Desde una perspectiva filosófica o incluso científica, hay argumentos que sostienen que nuestras acciones están predeterminadas por una cadena de causas y efectos que escapan a nuestro control.
Estudios en neurociencia han mostrado que las decisiones conscientes se pueden predecir basándose en la actividad cerebral antes de que la persona sea consciente de haber tomado la decisión.5Libet, B., 1985. Unconscious cerebral initiative and the role of conscious will in voluntary action. Behavioral and Brain Sciences, 8(4), pp. 529-566
Si adoptamos esta creencia, nos estamos alineando con una visión muy racional del mundo, pero en la práctica, creer que no tenemos libre albedrío puede ser desastroso.
O sea, que sostener la idea de que nuestras decisiones y acciones no son completamente libres o independiente, nos puede llevar al infierno psicológico.
Puede hacernos sentir impotentes, apáticos, sin motivación para actuar, sin necesidad de ser disciplinados…
Simplemente porque pensaríamos que nada de lo que hagamos cambiará el resultado final.
Aquí vemos cómo una creencia que es literalmente verdadera (al menos desde una cierta perspectiva filosófica o científica) puede ser funcionalmente destructiva si la abrazamos para la vida diaria.
Llegado a este punto me gustaría compartir con vosotros una herramienta, un recurso que he encontrado increíblemente útil para hacer un cambio de creencia o de punto de vista…▲▼
Reencuadre: la clave para cambiar tu psicología
Se trata del reencuadre.
Un proceso mental donde miramos una situación desde diferentes ángulos hasta encontrar una perspectiva que nos sea más útil o beneficiosa.
Imaginaros, por ejemplo, que estamos enfrentándo un problema en el trabajo.
La reacción instintiva de muchos podría ser frustrarse, sentirse atrapados o incluso enfadarse.
Pero si os tomáis un momento para hacer un reencuadre, podríais encontrar otros ángulos.
Digo como si fuera fácil hacer este cambio de perspectiva, pero a la hora de la verdad con la sangre caliente no lo es tanto.. Como el estoicismo (…).
Quizás ese problema que parece un fracaso en realidad es una oportunidad para aprender algo nuevo o mejorar un proceso.
O tal vez nos esté empujando a tomar una decisión que antes no nos habíamos planteado.
El reencuadre es una técnica que se utiliza mucho en terapias como la terapia cognitivo-conductual (TCC), donde se enseña a los pacientes a replantear sus pensamientos negativos de una manera más positiva y útil para mejorar su bienestar mental.6Beck, A.T., 1979. Cognitive therapy and the emotional disorders. Penguin Group
El reencuadre no solo sirve para ver los problemas de manera más positiva, sino también para tomar mejores decisiones estratégicas.
Por ejemplo en los negocios, perder un cliente importante puede parecer un desastre. Pero, si hacemos un reencuadre de la situación, tal vez esa pérdida nos está liberando espacio/tiempo para captar a un cliente más alineado con nuestra visión o con quien podríamos tener una relación más productiva.
La clave del reencuadre es no quedarse con la primera interpretación de las cosas.
Cuando nos enfrentamos a una situación difícil, nos preguntamos: «¿qué otros ángulos existen? ¿De qué otras maneras puedo verlo?».
Ya digo que dicho así suena bien, pero siempre seremos más propensos a hacernos estas preguntas a posteriori. En frío. Cuando estemos con la calma.
La gracia aquí no es detenernos después de 2 o 3 opciones, sino empujar la mente a seguir buscando nuevas perspectivas, incluso si al principio parecen absurdas o radicales.
Ahí es donde reside el verdadero poder del reencuadre.▲▼
Las reglas no son la verdad absoluta
Porque muchas veces damos por sentadas ciertas reglas y normas sociales como si fueran verdades absolutas.
Pero las reglas no son más que convenciones/entendimientos que la sociedad ha establecido para facilitar la convivencia (según su criterio, claro), porque si lo pensamos fríamente todos sabemos que:
Las reglas no son leyes naturales inquebrantables.
Por esto siempre me ha sacado un poco de quicio estar en Estonia, que no venga ningún coche, y que haya una fila de 10 personas esperando cruzar pero que no lo hagan a pesar de que se ve claramente que no viene ningún coche…
Vale, si hay algún niño no lo hago porque quiero dar buen ejemplo, pero si todos somos adultos y sabemos cuál es el uso de un semáforo, me frustra un poco ver lo corderitos que somos en este sentido.
Las reglas no son leyes naturales como la gravedad. Leyes que serían iguales para ti que para un alien.
Por esto si nuestra sociedad desapareciera en 1 día y 1 noche y la civilización tuviera que volver a hacerse desde cero, lo más probable es que hubiera variaciones en el producto final de la moralidad, ética y reglas comunitarias, pero las leyes naturales (cuando las aprendiéramos) terminaríamos concluyendo lo mismo.
Los libros de física y química terminarían volviendo a esta sociedad tal y como los dejamos, pero…▲▼
¿Y lo de cruzar la calle cuando ves claramente que no hay ningún coche que vaya a venir y te estás esperando en el semáforo como un tontaina?
A veces seguimos reglas de forma automática, incluso cuando el contexto nos indica que no tienen ninguna utilidad en ese momento.
Me ha pasado muchas veces en mi vida y estoy seguro que a vosotros también.
He encontrado oportunidades que otros no veían porque aprendí a saltarme ciertas reglas cuando, en un contexto específico, no tenían sentido.
Y no os digo que ignoremos todas las reglas (lógicamente), porque muchas de ellas tienen un propósito importante para que la convivencia con los demás sea efectiva y relajante para todo el mundo…
Pero también es crucial aprender cuándo podemos doblarlas o incluso romperlas si eso nos ayuda a progresar sin perjudicar a nadie.
En este aspecto es importar recordar la frase «ojo por ojo, diente por diente», proveniente del Código de Hammurabi, un antiguo conjunto de leyes babilónicas que además también aparece en la Biblia en el libro del Éxodo, como parte de la ley del Antiguo Testamento.
Este fue seguramente de los primeros principios legales a los que se les dio el nombre de «ley del talión» que básicamente establecía que el castigo debe ser proporcional al daño causado.
¿Y qué tiene que ver esto con lo que os estoy diciendo?
Pues que si vamos a romper una regla por un contexto específico, tiene sentido pensar si me importaría que otra persona la rompiera.
Si me importaría que me pagaran con la misma moneda.
El claro caso de cruzar un paso de cebra sin coches pone en evidencia que me daría absolutamente igual que otra persona lo hiciera a su propio riesgo. A mi no me incumbe y debería importarme una santa mi3rda (ahora que hablamos de textos sagrados).
Es por esto que la psicología social ha estudiado cómo el cumplimiento ciego de las normas puede llevar a comportamientos irracionales, mientras que el cuestionamiento de las reglas a menudo está asociado con la innovación y la creatividad.7Asch, S.E., 1955. Opinions and social pressure. Scientific American, 193(5), pp. 31-35
Un ejemplo fascinante de cómo las reglas no son más que construcciones humanas es la historia de los Estados Unidos.
Cuando se redactó la Constitución, originalmente se pensaba que el país tendría varios presidentes en lugar de uno solo.
Fue solo por una votación de 7 contra 3 que se decidió tener un solo presidente, lo que saca a reflejar que muchas cosas que consideramos como «normales» o «verdades universales» son, en realidad, arbitrarias y podrían haber sido completamente diferentes si las decisiones hubieran tomado otro rumbo.8Jillson, C., 1994. Constitution Making: Conflict and Consensus in the Federal Convention of 1787. New York: Agathon Press▲▼
Creencias que moldean nuestra realidad
O sea que estamos confundiendo lo que vemos con lo que es (o al revés), cuando lo cierto es que la realidad no es lo que es, sino lo que pensamos que es.
Nuestra mente selecciona ciertos fragmentos de la realidad, ignora otros y construye una narrativa que nos parece coherente, pero que no tiene porque reflejra la totalidad de los hechos.
Un ejemplo común que me viene a la mente es el de las relaciones románticas.
Imagina que alguien te deja y, en tu cabeza, estás convencido de que fue «de la nada» o «sin ninguna razón».
Pero te tomas un momento para repasar la relación desde otro ángulo y entonces quizás empiezas a recordar pequeñas señales que estaban ahí todo el tiempo, pero que tu mente ignoró porque no encajaban en la narrativa que querías contarte en ese momento.
La psicología moderna ha documentado cómo nuestro cerebro tiende a construir estas narrativas selectivas para proteger nuestra autoestima o para darle sentido a eventos complejos.9McAdams, D.P., 2001. The psychology of life stories. Review of General Psychology, 5(2), pp. 100-122▲▼
Elige del menú de creencias
En última instancia lo que quiero transmitir hoy es que lo más importante no es qué es verdad y qué no lo es, sino qué creencia nos ayuda a vivir mejor.
A actuar de manera más efectiva y a estar en paz con nosotros mismos.
Si una creencia nos paraliza o nos hace sentir impotentes, es hora de replanteárnosla.
Por ejemplo, si creo que «no hay oportunidades» y eso me lleva a la inacción, tiene sentido de pensarlo fríamente y intentar recordar evidencia que nos diga lo contrario para que esa creencia se convierte en «siempre hay oportunidades pero muchas veces no son tan obvias como desearía».
O algo por el estilo…
Porque tampoco nos podemos engañar diciendo que siempre hay oportunidades, pero tenemos la opción de recordar evidencia de vida que rete la creencia que ahora mismo nos está limitando una acción o que vivamos como queramos vivir.
Tiene gracia y es paradójico porque a veces podremos adoptar una de esta creencia que nos servirá y nos asistirá a tener una mejor vida, cuando la misma creencia sería negativa y mala para otra persona que la adoptara.
Es decir, que esa creencia no fuese verdad para él.
Pero da igual, porque no se trata de si tenemos razón ahora mismo, sino de lo que nos ayuda a vivir mejor.▲
Bibliografía: fuentes, referencias y notas
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