Desde 2016 he vivido viajando gracias a los negocios online.
Unos viajes que han tomado distintas velocidades según lo que sentía en ese momento. Eso sí, confieso que algunas veces (sobretodo el primer par de años) por culpa de auto-etiquetarme nómada digital, había momentos en los que tal vez no tenía muchas ganas de ir a otro país pero me forzaba a ir.
Es el peligro de las etiquetas identitarias. Te autoconvences de que eres alguien y algo dentro de ti no le gusta que te salgas de esa línea.
Por eso cuando me di cuenta de que me estaba capando libertad, no tuve ningún reparo en vivir casi 1 año enterito en Croacia o Estonia… y quien sabe si algún día me quedaré un día aún más tiempo.
Ser com una maldita tortuga con mi casa a cuestas: slow travel, amigos.
Tanto en Croacia como en Estonia conocí gente muy rápido, tuve buenas sesiones de daygame, buena carne, gimnasios comerciales abiertos 24 horas por 15€/mes, hacía clases de baile (lindy hop)…
Pero claro, para estar bien con el hecho de asentarme en un sitio durante muchos meses, tuve que romper con esa etiqueta de nómada digital y…
La dificultad de romper con una etiqueta identitaria es directamente proporcional al tiempo que llevemos identificándonos con ella.
Por esto digo que lo único que nos previene tener la vida que queremos son las milongas que nos contamos. Ni tu madre, ni el cura, ni lo que dicen en televisión. Son tus milongas.
Yo en su momento me había contado la milonga de que era uno de esos que viven viajando que podemos llamar de mil maneras distintas:
- Nómada digital
- Ciudadano del mundo
- Ciudadano global
- Turista perpetuo
- Viajero perpetuo
Bueno. El turista y viajero perpetuo es más bien un emprendedor que genera pasta y se preocupa de sus finanzas y situación fiscal.
Muchos «turistas perpetuos» viven viajando para no pagar nada de impuestos. O para pagar menos. Para obtener unos buenos servicios por el precio que pagan (no como España).
Para evitar estos impuestos viven en una zona gris siguiendo la llamada «teoría de las banderas» bajo el lema de «ve dónde te traten mejor».
Por eso el viajero perpetuo es la evolución del nómada digital. Es aquel que tiene un plan burocrático para mejorar su vida. No sólo su estilo de vida, pero el horizonte de sus finanzas personales.
Y esta sí es una etiqueta con la que me siento más cómodo, porque no implica moverte constantemente de forma auto-obligada, si no hacerlo de forma auto-impuesta para que ningún Estado te pille.
¿Tener en mente la fiscalidad son muchas molestias? sí lo son, pero la otra opción sería que te sacaran el 50% o más de lo que ganas.
Recordemos que el dinero es el tiempo encapsulado. Si tienes dinero, a efectos teóricos (que no prácticos) tienes más tiempo Porque puedes estar X tiempo no trabajando para generar dinero.
Hacer dinero para vivir viajando es el sueño húmedo de muchos, y con los tiempos que corren, más que nunca, casi todo Dios tiene la posibilidad de vivir así.
Pero… dejando hoy la parte económica aparcada, veamos porque este estilo de vida es una arma de doble filo. Porque podría ser otro sueño que crees querer, pero cuando lo tengas, puede que te plantes y digas… ¿y ahora qué?
Cómo vivir viajando
He conocido a varias personas que vivían viajando y no necesariamente teniendo negocios online y haciendo pastizales. Por eso digo que está al alcance de muchos.
- Algunos vivían de ahorros.
- Algunos afortunados sí que estaban retirados y/o jubilados. Vía Estado, o vía inversiones. Vamos, personas que tienen la independencia financiera.
- Otros buscaban trabajo en el sitio donde viajaban y cuando se cansaban lo dejaban e iban a buscar trabajo en otro país.
- Otros hacían voluntariados a cambio de alojamiento y comida.
Yo nunca consideré vivir viajando basándome en los trabajos que encontraba por allí, aunque cuando mis manos me pedían hacer un trabajo físico, hacer algo manual, me hice cursos como el intensivo de barista en Italia o el de coctelería en Australia.
En otras épocas también hice de voluntariado un par de semanas en Nueva Zelanda, Finlandia y Macedonia del Norte para sentir que estaba haciendo algo físico, cuando el culo se me estaba volviendo carpeta de sentarme demasiado.
Hechando la vista atrás cuando quería hacer voluntariados o cursos siempre había sido cuando no tenía muy claro mi propósito en ese momento. Sin dirección. No sabía dónde iba o dónde quería ir.
Utilizaba estas experiencias como catalizador para calmar la mente y descubrir más cosas sobre mí, pero esta manera de vivir viajando nunca tuvo un rol central en mi plan de descubrir el mundo. ¿Por qué?
Porque siempre he reiterado la búsqueda de libertad. Estar en un lugar físico cierto tiempo comprometiéndote no me daba libertad precisamente. Para mí:
Viajar no da liberad. Lo que da libertad es tener la opción de hacerlo si te da la gana.
Por este preciso motivo tener mis propios negocios online ha tomado un pilar central en mi estilo de vida.
Pero ojo aquí.
No me gustan los negocios online. Me gustan mis negocios online.
Ten tus finanzas controladas
La libertad de poder generar mis propios ingresos online y a la vez crear contenido expresivo que nadie más puede hacer como hago yo. Esto es lo que ha dictado las épocas en las que he vivido viajando.
¿Quiero moverme y que esto inspire y nutra lo que hago? pues lo hago. ¿Me quiero quedar 1 año en un sitio y hacer foco en proyectos más estáticos? pues lo hago. Y eso puede adoptarse con distintas facetas:
- Trabajar remotamente, deslocalizado: con tu propio negocio, o para otros
- Trabajar viajando por el mundo: con voluntariados
- Estar jubilado o retirado: lo que se conoce como tener la independencia financiera
Hace unos años en los 100 montaditos, conocí a un par de finlandesas que su «afición» era viajar sin dinero a posta. Se comían los restos de los platos de las mesas donde ya no había clientes.
Cada uno tiene su manera, no existe una que sea la correcta. Por eso, el pilar no es tener tu negocio online, sino de generar ingresos de alguna manera.
O bueno, en el caso de estas chicas ya no les hacía falta ni ingresos porque lo que recibían ya era comida.
Encuentra propósito en cada viaje
El mío. Mi manera personal, va ligada a tener mis negocios propios, porque hacer algo expresivo y monetizarlo, es lo que me da propósito y me centra en experimentar cosas, porque va de mi vida o al menos de lo que sea que esté investigando en ese momento en mi vida.
Hace unos años, en un viaje que hice en Bulgaria, mientras empotraba sin parar, tuve la epifanía de que sólo estaba rellenando listas vanidosas. Listas interminables que nunca iba a poder terminar de rellenar.
Nunca iba a poder visitar todos los lugares del mundo. Digo «lugares» y no «países» porque unas pocas personas podrán ser capaces de poner un pin en cada país del mapa y tener los santos huevos de decir que los han visitado todos.
A ver.
¿Si visitas Berlín puedes decir que has visitado Alemania? permitidme dudarlo. A penas puedes decir que has visitado Berlín. Vale has puesto los pies en territorio alemán, pero no me digas que te has visto la ciudad entera.
Que sí, que sí. Que si «sientes» que la has visitado, entonces es ya puedes decir que lo has vivido, ¿correcto?
Pues Yo me siento un Boeing 737 y no por pensarlo voy a ser un maldito avión comercial.
Lo que pasa es que hemos normalizado el copito-de-nieve-ismo.
Ahora en vez de rellenar listas lo que intento hacer es buscar un propósito en cada destinación. Me gusta asociar los sitios a algo en concreto que he hecho. Me da igual si es:
- Hacer unas clases de baile
- Probar el «daygame» local para ligar en la calle
- Abrir una cuenta bancaria
- Apuntarme a cualquier tipo de actividad
Por eso me remarco siempre un: ¿a qué voy? ¿qué voy a hacer a este sitio?
Cuando asocio una destinación a un propósito, en el 99% de casos acostumbro a tener de las mejores experiencias. Claro que vivir así, incluso durante un tiempo, tiene sus partes negativas, y quiero centrarme más en eso hoy para bajar de la nube a algunos iluminados.
Desventajas de vivir viajando
Mirad.
Cuando alguien sigue a ciertos youtubers, podcasters, instagramers o lo que sea, en el 99% de los casos no puede evitar pensar que tienen una vida envidiable. Que ellos, tumbados en el sofá escuchándolos o mirándolos quieren lo mismo.
Montar sus negocios y saltar a viajar, conocer tías o lo que sea que sea su propósito. O más bien, el propósito que creen que tienen.
Si piensan así, es porque en el 99% de casos son personas que simplemente no estén haciendo (en ese momento) cosas que disfruten.
La mayoría de sus días no les aportan felicidad, que recordemos que lo felices que nos sentimos es el subproducto de nuestro estilo de vida.
Antes me apuntaría a mil trillones de actividades o intentaría montar mi rollo desde casa antes que lanzarme a «oficialmente vivir viajando».
No todo es tan bonito.
Viajar para vivir
En este error común es pensar que viajar es un propósito en si mismo.
Viajar no es un propósito.
El error es pensar que vivir viajando es la única salida para tener un estilo de vida que disfrutemos. O que, entonces ya sí, «cuando esté viajando seré feliz».
Son los mismos que cuando están en una relación tóxica piensan que teniendo hijos harán de parche y todos los problemas de su relación quedarán solucionados.
Después ese hijo resulta ser un parche temporal pero un multiplicador a la toxicidad que estaban viviendo. Una negatividad que no se hará evidente hasta al cabo de unos años.
Viajar llegó a ser tóxico para mí.
Sobre el segundo-tercer año, me encontraba igual de triste y desesperado aún generando una cantidad de dinero online que nunca me hubiera imaginado que haría.
Como si fuera cosa del destino (o tal vez porque subconscientemente busqué ayuda de los grandes), encontré con una cita de Emerson que me tocó aquí… en el corazón.
Viajar es un sueño para los tontos. Nuestros primeros viajes nos van descubriendo la indiferencia de los lugares. Cuando estoy en casa sueño que en Nápoles, en Roma, para poder embriagarme de belleza y perder la tristeza. Empaqueto mi baúl, abrazo a mis amigos, me hago a la mar, y un día por fin me despierto en Nápoles… y allí a mi lado está el hecho severo, el yo triste, implacable, idéntico, del que huí. Busco el Vaticano, y los palacios. Finjo estar intoxicado con visiones y sugestiones, pero no estoy intoxicado. Mi gigante va conmigo a donde quiera que vaya. – Ralph Waldo Emerson
Mi error fue viajar para vivir, en vez de vivir para (si quiero) viajar.
Asocié los viajes a mi identidad, porque cuando no estaba feliz o conforme con mi propósito me pensaba que cambiando de destino lo remediaría todo, pero mi desesperación venía conmigo a donde fuera que vaya.
Esto fue más que evidente en Bulgaria, cuando abrí mi primera empresa en el extranjero.
De lo malo, saqué algo bueno. Un pequeño libro escrito en inglés que comparto con los miembros de la comunidad. Folleteo, desesperación e ingresos online. Eso es lo que encapsulé en «I’m not Jack Kerouac».
Estaba en Sofia, completamente solo. Únicamente con el portátil y pensaba que esto era lo que necesitaba. Ahorrar en impuestos y estar alejado de mi pueblo natal.
Dejarlo todo y cambiar de vida
Quizás lo que quería era dejarlo todo y empezar de cero.
El problema de empezar de cero es que «llegar a uno» es lo más difícil. Me refiero a hacer ese primer paso antes de empezar a correr o a ponerse al trote.
Es difícil hacer relaciones
Crear relaciones de cero es muy fácil si son superficiales, pero cuando hablamos de círculos sociales sólidos… esto ya es otro tema. Lo que encuentro es que esas viejas amistades que se han cultivado durante años, se van marchitando a la misma velocidad a la que las hemos cultivado: poco a poco. Y para crear de nuevas son exactamente lo mismo, poco a poco.
Es difícil crear relaciones sólidas. Aún más crear relaciones sólidas nuevas. Tanto amistades como relaciones sentimentales.
Conoces personas durante semanas o hasta meses en los que encajas perfectamente. Personas que también viven viajando y que como tú, se ponen ese petado en el culo para salir de los sitios antes de encapsularse en la rutina.
Una rutina que temen porque tienen el recuerdo de sus rutinas cuando llevaban esas vidas antiguas de la que no podían esperar salir.
Y se van.
Tu también te vas.
Os decís que estaréis en contacto. Os lo decís de verdad, pero pasan las semanas y por cosas de la vida, eso que habíais empezado a cultivar, os olvidáis de regarlo porque estás por otras plantas.
Los círculos sociales no son cosa de broma. Ya he mencionado más de una vez que están estrechamente ligados a la esperanza de vida. Tanto a la longevidad y la felicidad.
En algún momento se deja de viajar
Pasa el tiempo y te vas dando cuenta de estas cosas. Tu mochila queda llena de experiencias, sitios y personas, y vuelves a casa pensando que bueno, como mínimo has vivido.
Otros no tienen tanta suerte y nunca quedarán satisfechos. Con «migración existencial» nunca podrán estar contentos en el sitio donde nacieron.
Pero en el 99% de casos siempre, todo el mundo deja de viajar de forma permanente.
Es importante recordarlo es para no asociar nuestra identidad con los viajes.
De lo contrario os podéis esperar una buena crisis existencial.
La identidad, el carácter de alguien tiene que venir por lo que hacemos recurrentemente. La crisis puede venir si hemos asociado nuestra identidad a una única cosa como los viajes, que son altamente dependientes de otros factores como las fuentes de ingresos, nuestro estilo de vida, maneras de vivir, políticas y relaciones.
Las relaciones estrechamente ligadas con otros viajeros perpetuos, son como las relaciones de cuando salías de fiesta. Te emborrachas, te lo pasas de la hostia, y crees crear buenas recuerdos con esas personas con las que estabas. Después hechas la vista atrás y te das cuenta que era el alcohol. Que esas personas hubieran podido ser cualquier otras y el recuerdo sería similar. Era el alcohol.
Era el estar embriagado de viajes. De movimiento constante y de ir rellenando listas que nunca tendrán final.
No vivas viajando. Viaja viviendo.
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